Nada. Un lío ahí. 2011 fue el año del gran estornudo y las cosas se nos pudieron haber complicado un poquillo, pero escapamos gracias al equipazo que estaba detrás de toda la organización.
La financiación de este año vino del Ayuntamiento de El Sauzal, el Cabildo de Tenerife, el Gobierno de Canarias y Teatrofia Clown Company.
Doce son los sentados a la mesa en la última cena, doce las uvas a comer durante las doce campanadas, doce son los huevos que hacen una docena; que a saber por qué los huevos se cuentan por docenas y los panes no. ¿Se saben ese? “¿Dónde vas con tantos panes? Na… Que le dije al tendero que me diera dos panes, y que si tenía huevos me diera una docena…”
Y a las doce en punto todo aquello que tu hada madrina te haya concedido se irá a hacer puñetas, excepto los zapatos, porque si no no hay forma humana de sacar la historia adelante.
Doce son las cervezas que prometemos meternos entre pecho y espalda, así, sanamente, que a fin de cuentas son cereales y están en la parte baja de la pirámide de la alimentación.
Claro que a las doce de la noche y con doce cervezas en el cuerpo, ni un solo pie iba a entrar en ningún zapato, sea de cristal o de andar por casa.
Y a las doce, las nueve en la Plaza del Príncipe, las candidatas a princesa se acercan en sus geteis con aire acondicionado, propulsados por ciento veinte caballos, abeese, edeese, aeseerre, eesepe, diferencial exisdeese, y anclaje isofix para las que encuentren consorte y acaben en maternidad.
Si nosotros hubiésemos sido princesas le habríamos dicho al concesionario de las carrozas del siglo XXI que nada de anclajes isofix y menos aún de príncipes fetichistas que van por ahí, recorriendo el reino toqueteándoles los pies a las mujeres.