Después de tantas edicicones de Verano de cuento hicimos, por fin, una rueda de prensa de presentación. Nos comían los nervios. Regresaba el festival más esperado del verano en El Sauzal, Tenerife, Islas Canarias. Los últimos dos viernes de julio y todos los viernes de agosto, a partir de las nueve de la noche, en la Plaza del Príncipe. Una cita ineludible entre narradores y público.
La financiación de este año vino del Ayuntamiento de El Sauzal, el Cabildo de Tenerife, el Gobierno de Canarias y Teatrofia Clown Company.
A lo largo de estos quince años hemos visto nacer, crecer, reproducirse y morir narradores. Incluso hemos visto resucitar a alguno. Va una cerveza por ellos.
Quince años tiene mi amor (leer con la melodía del tema Quince años tiene mi amor), que son poquitos, la verdad. Es como si Verano de cuento entrara en la adolescencia. Apenas una puesta de largo. Pero, claro, la relatividad es tanta hablando de años… Por ejemplo, tener quince años es tanto como tener toda la vida por delante; en cambio, dejar quince años el potaje al fuego no parece tan buena idea; que te digan que vas a trabajar durante quince años parece algo prometedor, un milagro, vamos. En cambio, que te digan que tienes que esperar quince años para que te operen de cálculos en el riñón es una putada como un castillo, y viendo cómo van las cosas una realidad que el futuro parece asegurarnos si no hacemos algo al respecto.
Quince años tiene mi amor, dulce, tierna, como una flor… Que si te pillan hoy diciendo ese tipo de cosas, te meten una cuerada, una multa o seis meses de cárcel. Aunque, mira, es bastante tiempo menos que si descargas un archivo de Internet o si llamas meapilas a algún político de los que se cargan nuestros derechos, o si grabas un vídeo denuncia en el que se vea a un tiarrón de dos metros, uniformado, dándole una manta de hostias a una niña de quince años.
Disculpen que no cantemos a coro Quince años tiene mi amor durante las noches de Verano de cuento. La asignatura de música ya no existe.